La comparación de dos iglesias construidas en Madrid ilustra
la nueva concepción del espacio sagrado después de la aprobación de la nueva liturgia
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium,
1963)
La iglesia del
Espíritu Santo (Miguel Fisac Serna, 1942) La iglesia es, según el propio
autor, un símbolo de la Verdad y el Bien. Fisac plantea un espacio de gran
simbolismo mediante el tratamiento de la escala, la luz y de la iconografía
–esculturas y relieves de Juan Adsuara, frescos de Ramón Stolz Viciano, el
descendimiento del Espíritu Santo en forma de paloma en el Bautismo del Señor-
mediante la elección y el color de los materiales.
Es un ejercicio de gran rigor en la utilización del lenguaje
clásico, en el volumen y geometría de la planta, en el trazado de los
lucernarios y pilastras, en el dibujo de los frisos, puertas y cornisas.
El presbiterio y asamblea están funcionalmente
diferenciados, símbolo de la iglesia que mira y aspira al cielo.
La iglesia de Nuestra Señora de la Luz (José Luis Fernández del Amo Moreno, 1967) Se construye inmediatamente después del Concilio. Desarrolla con gran fidelidad el programa que se propone para el culto, acercando el altar a los fieles, diferenciando cada ámbito de la celebración litúrgica –palabra y sacramento- descendiendo a los mínimos detalles, el órgano de tubos. Incorpora, mediante un patio, el atrio que separa lo profano de lo sagrado, la calle y el templo.
La iglesia está construida con una gran sensibilidad, en
estructura metálica y ladrillo visto. Unos
lucernarios inundan de luz el espacio celebrativo, asamblea y presbiterio a
penas diferenciados. Un lucernario central definido por un volumen piramidal
troncocónico ilumina el presbiterio y el altar concentrando la luz en el altar
del sacrificio.
